Entender la condición humana ha sido un
trabajo que le ha tomado a la sociedad siglos de conocimiento. Y muchos
estudiosos han dedicado su vida a tratar de entender cómo piensan el común de
las personas y la forma de actuar de los grandes líderes.
Hablar de los protagonistas de la historia es
tratar de entender a las personas que han guiado al mundo a través de los
tiempos y las normas de comportamiento que utilizaron para sus conquistas y la
construcción de sus imperios.
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Santos, Héroes y Sátiros
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Tal vez sería más fácil ubicarnos en la condición
humana, si nos referimos a la fe profesada por ellos en esos momentos, pues no
todos han sido cristianos, ni todos fueron judíos, budistas, hindúes o
practicantes del Islam.
Es importante destacar a cada uno de los líderes
que pertenecieron o lideraron en nombre de una religión. Entre más cerca se encontraban
de la fe, más lejos estaban de los mandamientos que profesaban.
Por eso en la Edad Media, hablando exactamente
de la religión cristiana, las familias que ejercían poder, control judicial y
mando en los diferentes feudos se ocupaban que cada uno de sus miembros
tuvieran un lugar privilegiado en el gobierno, pues su primogénito heredaba sus
títulos y tierras, el segundo se encargaba del poder de las armas y lo
entrenaban para ello, y el tercero, o si habían más, se dedicaban al ejercicio
del sacerdocio. Es decir, se ejercía un poder absoluto que empezaba desde el señor
feudal con una pluma, pasaba por el militar con una espada y continuaba con el
clérigo y una cruz.
No es difícil llegar a la conclusión que todos
los cristianos conocemos pero que nos negamos a aceptar, desde que Roma se
convirtió al cristianismo y comenzaron a crearse los primeros reinos en toda la
Antigua Europa y Asia: las familias ennoblecidas por el poder conquistado
empezaron a hacer presencia política en el interior del Vaticano. Pero más que
eso, se peleaban el sagrado trono de Pedro como representante de Dios en la
tierra, haciendo componendas políticas, triquiñuelas y llegando a todo tipo de
acuerdos. No en vano la palabra CÓNCLAVE, tiene un significado perfecto y
exacto del por qué se eligió esta expresión cuando se había consumado la
escogencia del Papa.
Se reunían todas las casas reales de las familias
nobles de Europa y llegaban a Roma y al Vaticano los soberanos, duques, condes,
familiares y allegados para escoger al Sumo Pontífice. En el siglo XI o XII
duraron casi tres años en escoger al Papa, lo que significaba que los nobles no
llegaban solos, cada uno de ellos estaba acompañado por un ejército de soldados.
Estaban todas las casas reales y nobles de Europa con un señor e innumerables
ejércitos. Roma se vio invadida por las tropas de todos los nobles y señores
del mundo; era el licor y la prostitución, hasta que el pueblo romano se rebeló
y encerró a todos ellos en un salón y solamente se les permitió salir cuando
hubieran elegido Papa. Cónclave significa con llave.
Los vicios que han empleado los que han
ostentado el poder en nombre de la fe no han cambiado mucho desde sus inicios,
siguen siendo todos iguales y muy parecidos, pues cuando se dice que los
líderes son tan amigos de la fe como enemigos de sus mandamientos, es fácil
poder describirlos.
Los mandamientos de la Ley de Dios son diez.
Todos los grandes líderes del mundo los han violado: han asesinado, robado,
sacrificado a sus padres y codiciado la mujer del prójimo; todos han violado
estos preceptos.
Los Papas, Nicolás Maquiavelo, la familia
Borgia, los Médici, Napoleón Bonaparte, Tomás de Torquemada, Joseph Fouché,
Simón Bolívar, Alejandro Magno, Atila, Ricardo Corazón de León, Genghis Khan,
Vlad Tepes, Sir Francis Drake, José Stalin, el generalísimo Franco,
Mao-Tsetung, Augusto Pinochet, Fidel Castro, Adolfo Hitler, Slovodan Milosevic,
Osama Bin Laden, Benito Mussolini y muchos más, todos han violado la ley y sus mandamientos.
Bolívar no es lo que la historia habla de él.
Fue un mal plagio de Napoleón, sus uniformes hasta el caballo se parecían al de
Napoleón, las armas de Bolívar fueron hechas por el armero de Napoleón y su
historia es exactamente la historia de Napoleón. Si se comparan las dos
historias, son semejantes. ¿Qué pasó con Bolívar?, éste fue más astuto que
Napoleón y cuando iban a apresarlo, se autoexilió. La historia de Independencia
de los cinco países bolivarianos es idéntica a la lucha estratégica que libró Napoleón
en Francia, con la excepción que Bolívar no se dejó derrotar, se exilió y
escribió parte de la historia.
Alejandro
Magno:
Fue un hombre sanguinario, bisexual, asesinó a su padre y tuvo relaciones
incestuosas con su madre; aparte de esto saqueó vastas regiones de Europa, Asia
y Norte de África.
Atila: Llamado ‘el rey de
los Hunos’, arrasó y aterrorizó a varios pueblos asiáticos.
Mao-Tsetung: Inspiró su poder en
el ingenio campesino para construir una sociedad agrícola.
Genghis
Khan:
Conquistó un gran imperio en la idea de gobernar el mundo desde Mongolia.
Stalin: Provocó bajo su
régimen la muerte de más de 11 millones de rusos.
Fidel
Castro:
Uno de los gobiernos más corruptos. Traicionó al propio Che Guevara y a su
pueblo, se enriqueció a costa de la pobreza de su revolución.
Los cristianos o cruzados vemos a Osama Bin
Laden como el monstruo y gestor del terrorismo mundial. Osama no es nada
diferente, ni está dando una guerra distinta a la que libró Saladino en las
cruzadas contra Ricardo
Corazón de León y las casas reales de Europa,
tratando de recuperar los lugares sagrados de Jerusalén.
Hoy, aunque parezca grotesco colocar la
imagen de Osama Bin Laden frente a la del Papa Benedicto XVI y cause rechazo en
el mundo cristiano y musulmán, nos podríamos confundir con facilidad entre
quién es la persona divina, que refleja con su imagen santidad y quién es la
persona uraña que con su mirada, observa con desprecio al mundo.
Osama libra una lucha con o sin razón que ha
gestado el mundo musulmán; para su pueblo, él es un ser divino, su imagen
proyecta belleza para todos sus seguidores. En contraposición, al observar los
ojos de Benedicto XVI y todo su genotipo, se encuentra al máximo exponente de
la raza aria al servicio del fiurer, pues el mundo no puede olvidar que el Papa
Benedicto XVI fue miembro de las juventudes nazis y que su reclutamiento era
totalmente voluntario.
Augusto
Pinochet:
Como Ministro de Defensa en Chile derrocó a su presidente Salvador Allende y se
perpetuó en el poder por más de 20 años. Una de la figuras que la iglesia ha
querido ocultar, describiéndola como un monstruo y que en su momento fue su
mayor aliado, se paseaba por los pasillos del Vaticano en compañía de
cardenales y de Papas. Fue el príncipe Vlad Tepes o Vlad ‘el Diablo’ o Vlad ‘el
empalador’, Príncipe de Moldavia, héroe nacional de Rumania, conocido
mundialmente como el Conde Drácula o el muerto vivo.
Vlad, por orden del
Vaticano, heredó la ‘Orden del Dragón’, con el mandato de defender las tierras
cristianas de los turcos y musulmanes. Durante la guerra, tras haber empalado
cerca de 3.000 turcos, acostumbraba a comer en medio de la batalla; en una ocasión
un príncipe le dijo: “¿cómo puede su alteza comer en medio de tanta
pestilencia?”, y él le respondió: “aún podría seguir comiendo con la
pestilencia de tu cuerpo”, y lo mandó a empalar. Vlad era un gran aliado del
Vaticano, cómo lo fue Hitler, a tal punto que su mejor amigo y aliado en la
guerra fue Benito Mussolini, dictador de Italia para esa época.
Sir
Francis Drake:
Pisó tierra firme en San Andrés y Cartagena. Fue el terror de los barcos
españoles y portugueses, después de robar, saquear y matar, izaba la bandera
británica como noble del país de donde era oriundo, pues la reina Isabel I de
Inglaterra no tuvo el menor reparo en darle el título de Sir, llenándolo de
honores y haciéndolo Gobernador de Jamaica.
Francisco
Franco Bahamonde:
Llamado ‘el generalísimo’. Gobernó España a través de muchos años de terror y
masacres.
Saladino
‘el magnífico’:
El gran defensor del Islam y fundador del ideal árabe de unidad.
Slovodan
Milosevic:
Llamado ‘el carnicero de los Balcanes’. Patrocinó una guerra contra los
musulmanes que produjo la división de las repúblicas de Yugoslavia y
Checoslovaquia, para finalmente ser derrocado y juzgado por la Corte Penal
Internacional de La Haya, por delitos de lesa humanidad.
La historia la escribes o te la escriben. Sólo
quien gana la guerra tiene la oportunidad de escribirla, pues es más fácil
escribir de la guerra y sus victorias que construir el mundo sobre la
tranquilidad de la paz.
La historia equivocada, de quienes sobre un
montón de cadáveres justificaron sus atrocidades, habiendo podido encontrar la
razón sin tener que herir a nadie, a costa de nuestra fe.
FERNANDO
BERMÚDEZ ARDILA
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